Ser buenos padres no significa ser siempre los buenos

En la actualidad, los padres enfrentan grandes desafíos en la crianza. La sociedad ha cambiado, las nuevas generaciones tienen hábitos distintos y las influencias externas, como la tecnología y las redes sociales, han cobrado un papel protagónico en el desarrollo de niños y adolescentes. Sin embargo, hay elementos esenciales que siguen siendo clave para la formación de una persona: los límites, la comunicación y el acompañamiento emocional.

Muchos padres hoy en día tienen miedo de poner límites. Quieren evitar el sufrimiento de sus hijos y creen que decirles “no” puede hacerlos infelices. Sin embargo, la realidad es que la ausencia de límites claros genera niños y adolescentes inseguros, con dificultades para tolerar la frustración y con una tendencia a buscar la gratificación inmediata. Enseñar a los hijos a esperar, a esforzarse y a manejar la frustración es una herramienta fundamental para su desarrollo. Criar con amor es también saber decir no.

El problema de la permisividad extrema no solo afecta la relación en el hogar, sino que también tiene consecuencias en la educación. Cada vez más colegios enfrentan situaciones donde los alumnos desafían a los docentes porque en sus casas no han aprendido a respetar la autoridad. Los padres, en lugar de respaldar las decisiones de los educadores, muchas veces desautorizan su trabajo, generando en los niños la idea de que las normas son relativas y que siempre tienen derecho a hacer lo que quieran.

La sociedad de consumo ha instalado la creencia de que la felicidad está en obtener lo que se desea. Muchos padres, llevados por la culpa o el cansancio, les conceden a sus hijos todos sus caprichos, creyendo que así serán más felices. Sin embargo, la verdadera felicidad se construye a partir del esfuerzo, la resiliencia y la capacidad de valorar lo que se tiene. Un niño no necesita un teléfono de última generación a los 10 años, ni una adolescente necesita estar conectada 24 horas a las redes sociales para sentirse validada. Es necesario que los adultos tomen un rol activo en la educación digital de sus hijos, estableciendo tiempos de uso y promoviendo hábitos saludables que les permitan desarrollar su autoestima sin depender de la aprobación externa.

Los niños aprenden mucho más con el ejemplo que con las palabras. No sirve de nada decirle a un hijo que no mienta si en casa ve que los adultos lo hacen. Tampoco se le puede pedir que controle su tiempo en redes sociales si los propios padres pasan horas pegados al teléfono. Criar a un hijo implica ser un modelo de referencia coherente, alguien que no solo imponga normas, sino que también las cumpla. Además del ejemplo, la comunicación es clave. No se trata solo de hablar con los hijos, sino de escucharlos, de entender lo que sienten y piensan. Muchas veces los
niños y adolescentes no cuentan lo que les pasa porque temen ser juzgados o castigados. Si un joven siente que puede hablar con sus padres sin miedo, será más fácil que busque su apoyo cuando enfrente una situación difícil.

Un buen padre no es aquel que concede todos los deseos de su hijo ni aquel que impone disciplina sin explicación. La clave está en encontrar un equilibrio entre amor y límites. Los niños necesitan cariño, contención y palabras de aliento, pero también requieren normas claras y consecuencias cuando estas no se cumplen. Los límites no son castigos, sino una forma de enseñar a los hijos a manejarse en la vida real. Si un niño aprende que no siempre puede tener lo que quiere, que hay horarios que respetar y que sus acciones tienen consecuencias, tendrá más herramientas para tomar decisiones responsables en su adolescencia y adultez.

Criar hijos seguros, responsables y con valores sólidos requiere esfuerzo, paciencia y coherencia. No se trata de evitarles el sufrimiento, sino de darles las herramientas para enfrentarlo. Tampoco se trata de decir siempre que sí, sino de enseñarles que las reglas existen para su propio bienestar. El mejor regalo que los padres pueden dar a sus hijos no es una infancia sin frustraciones, sino una educación que los prepare para la vida. Y eso se logra con amor, límites y comunicación.

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