Los primeros resultados de las medidas implementadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para regular el uso de celulares en las escuelas han demostrado ser alentadores. Se han observado cambios positivos en los hábitos de los estudiantes, quienes ahora interactúan más entre sí y muestran mayor concentración en las actividades escolares. Estas transformaciones indican que la Ciudad está avanzando en el camino correcto para garantizar un entorno educativo más saludable y enfocado.
En el marco del Plan Estratégico Buenos Aires Aprende, el Gobierno tomó la decisión de:
- Prohibir el uso de celulares en los niveles inicial y primario: Esto asegura que los estudiantes más pequeños se concentren en el aprendizaje y en actividades que promuevan su desarrollo integral, libres de la distracción que generan las pantallas.
- Regular el uso en el nivel secundario: En esta etapa, los dispositivos están permitidos bajo normativas específicas que evitan su uso indiscriminado y aseguran que no interfieran en la dinámica de las clases.
Estas iniciativas responden a estudios que demuestran los efectos negativos del uso excesivo de pantallas en niños y adolescentes, como alteraciones del sueño, problemas en el desarrollo del lenguaje, incremento de la ansiedad y disminución de la sociabilidad. Además, buscan fomentar hábitos saludables, como el juego y la interacción presencial, que son esenciales para el desarrollo emocional y social.
Esta regulación no es un hecho aislado, sino que forma parte de una tendencia global. Países como Francia, España, Alemania y Australia ya han implementado políticas similares. De hecho, Australia ha dado un paso más al restringir el acceso a redes sociales para menores de 16 años, sumándose a los esfuerzos internacionales por proteger a las nuevas generaciones.
La Ciudad de Buenos Aires, con estas medidas, no solo contribuye al bienestar de los estudiantes en el ámbito escolar, sino que también hace un llamado a las familias para que refuercen estas prácticas en el hogar. La mediación activa de los adultos es clave para garantizar un uso saludable de la tecnología en niños y adolescentes, promoviendo un desarrollo equilibrado y preparado para los desafíos del futuro.