Familias, Adolescentes, Niños y Pantallas

Hoy los adultos, especialmente los padres y las madres, debemos enfrentar el doble desafío de regular el uso de los dispositivos electrónicos que tienen nuestros hijos y sostener un equilibrio en la exigencia diaria por estar nosotros y ellos conectados en todo momento.

En este tiempo tan particular prácticamente todas nuestras actividades se vinculan con una pantalla: el colegio, el trabajo, las reuniones familiares, los cumpleaños, los juegos, los encuentros con amigos, la actividad física, las noticias, las recetas de comidas, las series y películas, el entretenimiento.

Es impensable la vida hoy sin conexión a internet, “sin buena señal”. Evidentemente es una realidad aumentada por la pandemia pero hace muchos años que nuestra vida diaria y la de nuestros hijos se ve de alguna manera invadida o mediatizada por una pantalla.

En los últimos años, los avances en la democratización de la conectividad en Uruguay se han consolidado como consecuencia de las políticas públicas de inclusión digital. Esto ha colocado al país por encima de la media en el continente y a nivel mundial en lo que refiere al acceso a Internet. En este sentido, se hace más relevante profundizar sobre las formas en que niños y adolescentes acceden y usan Internet, conocer lo que efectivamente hacen allí, así como su comportamiento dentro del ecosistema digital.

Durante 2017 Kids Online Uruguay se propuso conocer aspectos aún no explorados en el país en términos de acceso, riesgos y oportunidades de los niños, niñas y adolescentes en Internet, a través de información representativa a nivel país sobre la situación de este grupo en el mundo digital.

Principales hallazgos del informe

  • Todos los niños, niñas y adolescentes uruguayos se conectaron alguna vez a Internet. 7 de cada 10 acceden diariamente.
  • El teléfono celular es el dispositivo más usado por los niños y adolescentes para conectarse a Internet. Mientras 8 de cada 10 lo usa, casi la mitad lo utiliza “casi todo el tiempo” o “varias veces al día”.
  • Los niños no son expertos en el uso de Internet. Las diferencias en el desarrollo de habilidades varían principalmente según la edad y el nivel socioeconómico. Por ejemplo, mientras el 36% de los niños y niñas de 9 a 12 años sabe cómo hacer para que su perfil sea privado, esto incrementa al 91% en los adolescentes de 16 y 17 años.
  • 7 de cada 10 niños consideran que hay cosas buenas para ellos en Internet y valoran las oportunidades para realizar actividades en familia en torno a Internet.
  • Los niños, niñas y adolescentes reconocen sus dificultades para regular el uso del tiempo que pasan en Internet. 1 de cada 10 declara haber tenido problemas con el estudio, la familia o la alimentación debido al uso excesivo de Internet. A su vez, enfatizan que la mala regulación en el uso por parte de sus adultos referentes perjudica la calidad del tiempo que pasan con ellos.
  • Muchos niños, niñas y adolescentes son conscientes de los riesgos que existen en Internet. La mitad declara que no siente una sensación de absoluta seguridad cando se conecta a Internet.
  • El uso responsable de Internet involucra a distintos referentes en la vida de los niños. Casi 2 de cada 3 niños, niñas y adolescentes declara que “siempre” o “casi siempre” reciben consejos de un adulto responsable sobre cómo hacer un uso seguro de Internet. Sin embargo, casi 3 de cada 10 creen que sus padres saben poco o nada de lo que ellos hacen en Internet.
  • El 28 % de los niños, niñas y adolescentes declara que sufrieron episodios negativos en Internet. Solo la mitad de ellos solicitó ayuda o comentaron el hecho con otra persona.
  • Los padres tienen poco conocimiento del contacto con desconocidos que sus hijos entablan en Internet. Mientras el 42 % de los niños, niñas y adolescentes dijo que fue contactado o agregado como amigo en Internet por alguien que no conocía, solo el 18 % de los adultos declaró saber que el niño hubiera sido contactado en Internet por alguien no conocido.
  • El uso de Internet conlleva siempre una doble condición de potencial y riesgo. A mayor acceso y uso de Internet, mayores son los beneficios y mayores los riesgos para los niños, niñas y adolescentes.

     Aunque el informe profundiza en algunas áreas especialmente relevantes, Kids Online Uruguay ofrece una visión general sobre la temática. De esta manera pretende ser un insumo para potenciar el intercambio y contribuir con el fortalecimiento de las políticas públicas de inclusión y desarrollo digital con las que el país ya cuenta, así como de las que se encuentran en desarrollo.
  • En esta temática, se indagó también cuales son las estrategias parentales, y al respecto un grupo de padres manifestó que intentan poner límites concretos al tiempo de uso de Internet por parte de sus hijos, que pasan por delimitar horarios o momentos específicos, quitarles el celular o cortar la señal de wifi.
  • Otros, en cambio, se muestran más bien resignados y prefieren intentar conservar determinados momentos específicos, como el de la cena familiar.

Más allá de las cifras que sin dudas han variado, el informe es muy actual en cuanto a lo descriptivo. Basta con estar en una sala de espera de un pediatra para ver como niños muy pequeños, incluso bebés que no hablan o no caminan ya utilizan el celular de sus padres para mirar dibujitos o “jugar”. Escuchamos a diario que niños de 7 u 8 años ya tienen su propio teléfono y aún a edades más tempranas su propia tablet. Esta absolutamente generalizado el uso del celular entre los adolescentes como parte fundamental de sus vidas.

¿Quién no tiene una red social? Instagram, Facebook, Twitter, Tik-Tok… ¿Sabemos los padres y saben los chicos que, para redes sociales como Twitter, Snapchat y Whatsapp, la edad mínima para tener una cuenta es de 13 años; mientras que, para YouTube, Instagram y Facebook, es a partir de los 14 años, aunque con el permiso de los padres o tutores se podría tener un perfil un año antes?

No hace falta aclarar que esto no se cumple y que para armar una cuenta se miente en la edad. A esta altura no se si es útil discutir si la edad es la correcta, si habría que bajarla… Lo que está claro es que avalamos con nuestros actos o con nuestra indiferencia que la norma establecida no se cumpla. No se trata de acusarnos o sentirnos culpables. Se trata de asumir la responsabilidad necesaria para hacernos cargo de esta realidad. Se trata de hablar con nuestros hijos, de escucharlos y sobre todo de acompañarlos en el uso de las redes sociales y la tecnología. También de conocer, investigar, formarnos y escuchar especialistas.

Los chicos y los adolescentes seguirán usando internet y lo que debemos hacer los padres y las madres es estar presentes. Una plaza puede ser un lugar para jugar o un lugar peligroso si los dejamos solos. Con internet y las redes sociales pasa lo mismo.

Para pensar juntos, Internet es una herramienta. En cuanto tal, puede estar subordinada a los mejores o los peores fines. No se trata de juzgar la herramienta sino el uso que nuestros hijos y nosotros le damos hoy.

Podemos pararnos en dos lugares: demonizar la herramienta o decir está todo bien, es lo que hay. ¿En cuál nos ubicamos?

Les proponemos un término medio, un equilibrio necesario que implique un uso adecuado, respetando las normas que cada familia, que cada madre y padre establezca en la intimidad de su hogar sabiendo que hay recomendaciones y peligros a tener en cuenta.

Respecto de los peligros podemos mencionar la discriminación o cyber-bullying, el grooming o abuso en la web, la reputación online, el sexting, la viralización de datos personales, imágenes, fotos y videos entre otros.

Estudios indican que con exceso el tiempo frente a las pantallas puede tener consecuencias dañinas para el desarrollo de los niños pequeños.

Desde las diversas sociedades de pediatría en el mundo alertan acerca de la exposición de niños a pantallas. Esta puede ser perjudicial para el desarrollo infantil si no se controla adecuadamente. Destacaron que hasta los dos años no deben estar expuestos a estos dispositivos, mientras que entre los dos y cinco años el máximo aceptable es una hora diaria, siempre con contenidos de alta calidad didáctica, apropiados para su edad y acompañados por un adulto responsable.

“El desarrollo del cerebro del niño depende en parte de las experiencias que vive y la pérdida de momentos de juego creativo tiene un fuerte impacto en su fortalecimiento. Por ‘pantallas’ nos referimos a cualquier dispositivo electrónico digital que proyecte imágenes, como televisores, computadoras, tablets, teléfonos celulares y video juegos, entre otros. Lamentablemente, su uso comienza cada vez a edades más tempranas, a pesar de las recomendaciones actuales al respecto”, explica el médico pediatra Nicolás Cacchiarelli

El uso de las pantallas de manera excesiva tiene efectos negativos a todas a las edades por lo que se deja de hacer, como establecer vínculos afectivos con los demás, leer, estudiar, jugar creativamente, hacer actividad física. Además, se están empezando a describir problemas visuales más tempranos, contracturas musculares y tendinitis. También aparecen niveles importantes de sedentarismo, obesidad, depresión, ansiedad, trastornos vinculares y afectación general en el desarrollo cognitivo, emocional y social del niño.

Como regla general podemos decir que cuanto más chicos son nuestros hijos más grandes deben ser las pantallas, menos tiempo de uso y más acompañamiento por parte de los adultos.

También es muy cierto que en estos días las pantallas constituyen un aporte a la tarea educativa y formativa. Como también multiplican y simplifican el acceso a nuevos medios didácticos.

Hemos pasado de las enciclopedias a los buscadores, de los teléfonos al whatsapp, de las fotos en papel a las digitales, de los discos a las playlists. Y esto nos presenta nuevos desafíos educativos:

• La necesidad de desarrollar la capacidad de discernimiento, los criterios propios y la capacidad de abstracción. Habilidades necesarias para hacer frente al acceso a tanta cantidad de información, la rapidez de la comunicación, la disponibilidad de tantos recursos y la apertura a lo distinto.

• La adicción o compulsividad: el uso excesivo de la tecnología puede provocar conductas adictivas, el sometimiento al impulso inmediato, la inconstancia, la falta de paciencia o tolerancia a la frustración.

• Algunas dificultades en los hábitos de estudio: dificultad para prestar atención, dispersión, dificultades en la expresión oral y escrita, mala ortografía, pérdida de tiempo, dificultades en el pensamiento abstracto, aburrimiento frente a la lectura, pensamiento fragmentado.

• Problemas de comunicación en la era de la comunicación: podría agudizar la timidez, malinterpretarse los tonos en la transmisión de mensajes, traer dificultades en la relación cara a cara, e incluso provocar el “Síndrome del personaje”

Frente a estos desafíos ¿qué hacer a corto plazo?

• Familiarizarse con la herramienta desde el rol adulto.

• Instrumentar una normativa institucional/familiar que atienda al uso de la tecnología.

• Favorecer la reflexión.

• Estar abiertos a nuevas formas de comunicación: hay una nueva forma de acceder al conocimiento con las virtudes de siempre.

• Usar las pantallas, sobre todo con chicos pequeños, en un sitio visible de uso común.

• Proponer horarios, a fin de evitar las trasnochadas, sobre todo con nuestros hijos adolescentes.

• Colocar reglas que atiendan al envío y la recepción de información, así como a la comunicación interpersonal.

• Formalizar el uso de la herramienta: hoy es un desafío organizar horarios, lugares, rutinas.

¿Y a largo plazo? ¿Qué proponemos como soluciones o respuestas de fondo?

• Desarrollar hábitos, educar en valores, desplegar virtudes.

• Favorecer el desarrollo de una autoestima positiva. 

• Establecer límites que acompañen el crecimiento de nuestros hijos. El límite como cuidado. 

  • Formar en el pensamiento crítico y las demás habilidades sociales. Educar la fortaleza. 

• Ser, como adultos, transmisores de esperanza. 

• Combatir el aislamiento, compartiendo tiempo en familia.

• Promover la alfabetización digital.

• Fomentar el diálogo personal y familiar. Promover tiempos y espacios de comunicación.

En definitiva, es necesario educar a los chicos para que, ya desde pequeños, puedan utilizar correctamente esta herramienta porque vino para quedarse.

Existen razones para tener esperanzas porque los nuevos desafíos siempre son motivadores, lo que pasa con nuestros hijos no nos es indiferente, no estamos solos, tengamos confianza en los valores y en especial en la comunicación como herramienta fundamental para el fortalecimiento de los vínculos familiares.

En tiempos de excesiva pantalla, pasemos de poner la oreja a ser todo oídos

Aprendamos a escuchar para decidirnos a obrar

Al principio de la cuarentena vimos al aislamiento como una oportunidad de encuentro familiar. Los chicos y los grandes estábamos contentos por tener más tiempo para compartir en la intimidad de nuestros hogares. Sin embargo, a medida que pasaron los días las dificultade para encontrarnos y comunicarnos aparecieron.

Mucho se habla hoy en día de la importancia de la comunicación como instrumento de prevención para gran cantidad de conflictos familiares y sociales. Se ha estudiado en los últimos años desde distintas disciplinas a la comunicación y todos coinciden en que es una de las experiencias esenciales para el ser humano. Podemos afirmar que “no es posible no comunicarse”.

¿Por qué, entonces, es tan difícil hacerlo bien? ¿Por qué en la era de la comunicación estamos más incomunicados que nunca? Tenemos a nuestro alcance todos los avances tecnológicos que deberían facilitarla, sin embargo, vemos a diario que esto no sucede.

Podemos reflexionar sobre este tema partiendo de la base que comunicarse no es simplemente hablar o decir, sino que es “un encuentro entre personas donde cada una de ellas es capaz de donar al otro algo de sí mismo”. Comunicar es hacer común algo.

Debemos pasar de lo físico (te pongo la oreja) al oído, lo que nos constituye como personas. Así pasamos de oír a escuchar. Es importante entender que detrás de las apariencias hay una persona que tiene una vida.

¿Cuál es la cuna de la comunicación?

La familia. Allí aprendemos a encontrarnos con los otros como personas, es el lugar en donde nos enseñan a hablar, pero sobre todo a escuchar lo que nos dicen, lo que sugieren, lo que callan… Comunicarse es comprenderse, respetarse, tolerarse en un clima de confianza y seguridad. De esta forma pasamos de “poner la oreja a “ser todo oídos”

¿Cuál es entonces nuestra responsabilidad como padres?

Crear un clima familiar adecuado para el encuentro con el otro, cuando hay confianza las personas se conocen mutuamente. Si nuestros hijos confían en nosotros, están seguros. Esto los lleva a desarrollar un sentido de pertenencia a la familia que les permite expresar todo aquello que sienten, piensan y necesitan. Aún aquello que es negativo, ya que son reconocidos por sus propios valores.

Para esto los padres debemos:

• Desear escuchar lo que tengan nuestros hijos para decir.

• Disponer del tiempo necesario para hacerlo.

• Aceptar a nuestros hijos como personas diferentes a nosotros, lo que implica reconocer sus emociones y sentimientos.

• Confiar en nuestros hijos.

• Respetar su individualidad acompañándolos en cada etapa de sus vidas.

• Escuchar a nuestros hijos, “ver”, “escuchar” y “sentir” el mundo como lo “ven”, lo “escuchan” y lo “sienten” ellos.

Hoy nuestros hijos, tanto los más chiquitos como los más grandes, piden ser escuchados. Cuando un niño o un adolescente pide comunicarse con un adulto (no con cualquiera sino con sus padres) es porque necesita hacerlo, ya que algo está ocurriendo en su interior.

¿Quién mejor que nosotros, sus padres, para escucharlos y acompañarlos? Sabemos que no es fácil, el tiempo es tirano. Parafraseando el diálogo de una película: “ayer está en el pasado, mañana no sé qué irá a pasar, hoy es un regalo y por eso se llama “presente”.

Hoy podemos hacerles un regalo a nuestros hijos escuchándolos y enseñándoles que la clave de una buena comunicación es saber escuchar.

Estamos convencidos de que el tiempo es hoy. Seamos oídos atentos para de esta manera pasar de “escuchar a vivir”.

“Y que en la dulzura de la amistad haya lugar para la risa y los placeres compartidos. Porque en el rocío de las pequeñas cosas el corazón encuentre su mañana y tome su frescura” – K. Gibram

Lic. Adrián Dall’Asta

Casa del Este

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